Un silencio aniquilador se forma en ambos, y los guían en esa batalla que ninguno gana. Ambos salen heridos.
—Sé que te lastimé, no merezco ser perdonado, y lo entiendo.
Maylene aprieta los labios.
—Eres tú la única que elige.
Maylene se abraza a sí misma. Duda en si verlo otra vez, y duda ya se