2017- Las Fotos

Angélica sentada en la cama con las piernas cubiertas se acomoda los lentes, tiene la carpeta verde abierta y sobre estas, desparramadas todas las cartas que contenía, las junta y ordena, sigue buscando y abre nuevamente la carpeta.

Con las manos un tanto temblorosas, un poco por sus años, otro poco por los nervios de no encontrar lo que buscaba, abre el cajón de su mesa de noche, ahí ve todas las píldoras que debe tomar a diario, recetas medicas, un par de lapiceras y una libretita, resopla y mete la mano más al fondo y al palpar lo que quería se le dibuja una gran sonrisa.

Saca el teléfono móvil y lo pone muy cerca de sus ojos. Torpemente desliza las aplicaciones hasta que encuentra el W******p, busca con los ojos apretados, como entrecerrados y abre la ventanita que dice “Hija” donde sale la foto de Laura y Richard.

En la mano izquierda apoya el teléfono, con el índice de la derecha aprieta con fuerza el símbolo de un micrófono, acerca su boca y le graba:

-“Laura, cuando puedas llámame, es que en la carpeta falta una cosa que quizá quedó en tu casa”.

Lo suelta unos segundos después, y vuelve a tocar la aplicación para escuchar su voz, satisfecha y sonriente, luego de oírse, coloca el teléfono sobre la mesa de noche.

Cuando va a guardar la última carta que le queda dentro de la carpeta, se queda mirándola un momento, y la lee en voz baja

Querida Angélica:

Nunca te fallaré, incluso hoy que me siento destruida, tu actitud y tus palabras dolieron el doble que tu traición. Soy una mujer muy fuerte, nada va a hacer que cambie eso, ni que sea fuerte ni que sea mujer, aunque tú tengas dudas.

Estoy segura de que hoy piensas que no te voy a escribir, yo te prometí que lo haría, y si bien tú no supiste comprometerte con lo nuestro, no me importa, yo si puedo, espero que él, o quizá ellos, te dejen tan feliz, plena, entera, y por sobre todo tan mujer como me siento estando contigo.

Hoy como cada sábado, te escribo, en las buenas y en las malas

Te amo

Esther”

Angélica dobla la carta dejándola más pequeña que a las demás y la coloca al final, sin respetar la fecha, mira hacia el techo y los recuerdos le inundan los ojos como si fueran un mar embravecido.

Entra una jovencita vestida de enfermera, muy delgada de cabello rojizo, una amplia sonrisa y un pequeño arrito al costado de su nariz, se para a los pies de su cama y le dice:

-Señora Angélica, parece que no piensa salir a compartir con sus otros compañeros, desde que llegó no sale de aqui

-Ya iré con ellos en algún momento, pero ahora no estoy muy animada

-Soy Vivianne, ¿Recuerda que al lado de su cama hay un timbre y unas rejillas que en realidad es un micrófono cierto que si?- Angélica asiente con los ojos- si necesita cualquier cosa no toque el timbre, presione el botón más abajo del timbre, el chiquitito rojo, y me llama, con que diga que necesita a Vivianne yo no demoro ni cinco minutos en llegar.

-Perfecto, pero solo estoy vieja, no estoy tan enferma, aún recuerdo bien los medicamentos que me tocan a diario y no me los olvido

-Me parece muy bien Angélica, pero siempre es bueno para todos, viejos, jóvenes, sanos, enfermos, eso da igual, todos necesitamos ayuda siempre, y para eso estoy, para que si quiere lo que sea me llame

-Gracias Vivianne

-Incluso si necesita que la acompañe a alguna parte, usted no está presa, está aquí por su propia voluntad inclusive, puede entrar y salir a su antojo

-Lo sé, gracias. Cualquier cosa la llamo.

-Cuando usted guste Angélica

Vivianne deja la habitación y Angélica se baja de la cama, se pone las pantuflas rosa, que le había regalado Richard la pasada navidad, y se para mirando a través de la ventana.

Llovizna, y ella mira cómo pasan los autos y las personas, algunas con paraguas, otras no. Se ven pequeños desde un segundo piso. Recuerda la carta que acaba de leer y lanza un hondo suspiro.

Suena el teléfono, ella va lo más rápido que puede, lo toma, y se deja caer sentada sobre la cama

-Hola mamá, escuché tu mensaje, ¿De qué hablabas?

-Si Laura, era yo, que te mandé un mensaje porque estaba mirando la carpeta que me trajiste, la que tiene las cartas de tu tía Esther.

-Sí, decías que le falta algo, ¿Qué es?

-Un sobre, había un sobre que está un poco amarillento, pero que solía ser blanco, ese no está

-¿Uno de carta?

-Más grande, como de los que meten hojas de impresora ahora. Va a ser fácil de encontrar, porque es como te digo, bien grande

-Bueno mami, si lo encuentro te lo llevo luego, Richard quiere saludarte

-Si quiere que venga, pero el sobre lo vemos solas ¿Ya le contaste?

-No, todavía no, igual si va, sabes cómo es él te da un beso y se va, nos deja solas seguro porque sabe que hablamos mucho

-Bueno hija, los espero entonces

Le cuelga y abre el ropero, se cambia de ropa, deja su camisón blanco sobre la cama y se viste un vestido café y un saco de punto del mismo tono, piensa un momento si cambiarse de zapatos y decide no hacerlo.

Sale de la habitación, camina por un largo pasillo lentamente, se guía por el oído para llegar a una sala donde varios ancianos miran televisión, juegan juegos de mesa, y conversan.

Se sienta en un sofá junto a los que miran el noticiero, se ríe sola, pensando que Esther hubiera amado estar ahí, ya que siempre disfrutó las noticias.

Junto a ella una señora teje, la mira disimuladamente varias veces hasta que deja su tejido de lado y le habla

-Soy Clementine, eres nueva me parece

-Sí, Angélica

-Siempre pasan las mismas cosas, todos los días las noticias, y esa maldita serie de los jóvenes científicos que cuentan chistes, al principio me gustaba pero la repiten tanto que me está dejando loca.

-Nunca la vi

-Ah ya te vas a hacer amiga de todos los personajes, cuando yo era joven iba mucho al teatro, me encanta el teatro, pero desde que me enfermé y vine para acá no salí más, yo era de la época que una se vestía de gala para ir al teatro

-Creo que yo también, pero fui pocas veces

-A mí las noticias no me gustan, es que siempre dicen cosas malas y tristes que una no puede remediar, y se amarga, a mi me hace mal, pero es que si voy a jugar algunos no los entiendo, y están esos viejos asquerosos que creen que una busca novio, yo ya no quiero eso, pero mientras me deprimo con el noticiero o me memorizo los chistes voy tejiendo cosas que después se llevan mis nietas.

-Yo no sé tejer, le digo la verdad a mi me dan igual las noticias, pero tuve una gran amiga que adoraba verlas

-Ay si, David, mi difunto esposo, era bien pesado con mirarlas, y si no me sentaba a su lado a prestar toda mi atención, ya se ponía como loco

-Si tiene nietas, supongo que tiene hijos

-Sí, tengo cinco, pero esos ni vienen, las que vienen son mis dos nietas de vez en cuando, hijas de la mayor, en realidad tengo doce nietos, pero me visitan esas dos.

-Yo tengo solo una, se llama Laura

-¿Su nieta?

-No, mi hija

-¿Y la viene a ver?

-Sí, siempre que me interno en algún lado ella va casi a diario, y si no me llama

-Que suerte, a mi me decían que iba a tener una vejez muy linda rodeada con tantos hijos y aquí me ves

-Laura quiere que viva con ella y el marido, pero yo prefiero no molestar

-Qué bonito que quiera

-¿Se puede comer lo que sea aquí?

-Sí, si quiere la acompaño al comedor, uno va a la cocina y puede hacerse o pedir lo que quiera, no hay horarios ni nada por el estilo, eso sí siempre hay alguno en la vuelta para que no te salgas de la dieta recomendada, yo por ejemplo no puedo comer sal

-Yo nunca pude comer pescado, si lo hago me hincho y no puedo respirar

-¿Vamos a comer alguna cosa entonces?

Angélica afirma con la cabeza y Clementine toma su bolsa de tejidos, ambas van hacia la cocina. Allí está Vivianne parada contra la mesada y una mujer de contextura robusta y con ropa de cocinera.

-Angélica, salió del encierro- comenta Vivianne

-Vine a comer algo

-Ella es Lilith, deja cosas preparadas para calentar, las ubicamos según la necesidad de cada uno, sin sal, sin azúcar, sin gluten, con más hierro, con más calcio, usted entiende. O también puede buscar en la heladera si prefiere y cocinarse algo

-Una paga bien aquí, así que mejor me llevo una bandeja de las de Lilith- dice Clementine, y va a buscar en el sector de las que no tienen sal.

-Yo quiero probar lo que hicieron no mas, gracias- agrega Angélica y busca entre todas, y ve un plato de pollo guisado, le hace recordar su primer almuerzo con Esther y lo elige. Las dos van al comedor.

-Una puede cocinar porque le guste, le entretenga, está bien, pero yo le dije, como pagamos mejor que nos cocinen

-Está bien- dice entre risas Angélica mientras espera que se caliente su plato y el de su compañera.

Cenan juntas mientras Clementine le habla sin parar, contándole de las obras de teatro que vio de joven, de David y sus innumerables defectos, de sus nietas favoritas y su habilidad para las manualidades desde que era una niña.

Angélica mientras cena intenta participar de la charla con algún “si”, “¿En serio” o “ que bien” que es lo que le permite su interlocutora.

Luego de cenar se despiden, y Clementine le dice que ojalá vuelvan a pasar un lindo rato juntas, Angélica entre risas acepta y Vivianne entra al comedor.

-Angélica, tiene visitas, la esperan en su habitación.

Al llegar a su pieza Richard y Laura la esperan sentados en las sillas blancas que se encuentran frente a su cama.

-Hola mama, pero se ve muy bonita, ¿Andaba paseando?- le pregunta Richard parándose, ella asintiendo con la cabeza estira su mano y le hace una seña para que vuelva a sentarse

-Me hice una amiga que habla tanto que me dejó un poco mareada- comenta riendo, y se sienta a los pies de la cama.

-mamá, lo traje porque andaba pesado con que quería ver como estabas

-Sí, yo te dije que no hay problema Laura, que venga cuando quiera, yo no estoy ni presa, ni internada, vivo aquí no más

-Mama, ¿Por qué no vuelve a la casa?, no estuvo nada con nosotros se la pasa buscando estos lugares desde la época del psiquiátrico

-Ustedes no entienden Richard, a demás mejor que tengan a quien visitar que andar topándose conmigo todo el día.

-Bueno, como siempre, no se la convence con nada de nada a usted, me voy al auto que sé que quieren pasar tiempo juntas- él le da un beso en la frente y sale, Laura lo sigue con la mirada, camina hacia la puerta y se asegura de que se haya ido.

-Mamá, tengo lo que me pediste- le dice y saca de su cartera el sobre

-Gracias hija, ¿Dónde estaba?

-Caído, detrás de mi mesita de noche, creo que cuando traje la carpeta se resbaló y no lo vi

-Si quieres, ábrelo

Laura deja la cartera sobre la silla y se sienta en la cama, Angélica se gira para mirarla sentándose junto a su hija. Laura abre el sobre y tira el contenido sobre la cama, lo mira sonriente y le lloran los ojos

-Nunca me dijiste que lo tenías

-No son muchas- dice mordiéndose los labios e intentando contener las lágrimas

Sobre la cama hay varias fotos en blanco y negro.

En una sale Ana con Laura en brazos, en otra Esther sentada con Laura sobre su rodilla, y varias de cada una por separado.

Angélica toma una donde se ve a Esther con Laura de diez años uniformada, y Angélica detrás en cuclillas abrazando a la niña

-Éramos felices y no nos dábamos cuenta, es el mal del ser humano, busca la felicidad cuando la tiene y la llora cuando no la tiene, y la recuerda.

-¿Y si era un varón y rompíamos la tradición?

-¿Piensas mucho en eso mi niña?

-Todos los días mamá, me arrepiento más por lo que hice que por las consecuencias, creo que merezco las consecuencias, ustedes no querían.

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