CAPITULO 34 (CICATRICES QUE PERDURAN) ².
KATE CONNOR.
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— Señorita, hay mucho que hacer y los contratos debieron ser firmados hace tiempo…
— Solo retirate — respondo sin levantar la mirada, con una voz fría como el cristal helado — Una palabra más y serás despedida.
No tengo tiempo ni ganas para estos asuntos, mi mente está muy lejos de los papeleos y reuniones. Lo que realmente me interesa es saber si vive… o al menos si está bien.
— Si, señora — mi secretaria cierra la puerta tras de sí con sigilo, como si temiera romper el hielo con su sola presencia.
Me quedo sola en la oficina, rodeada por paredes grises, muebles oscuros y ventanas que dan a lugares que ni me importan. El aire huele a café viejo y perfume caro, algo artificial, como todo lo que me rodea últimamente. En mis manos, el móvil vibra con una frecuencia casi cruel. Las imágenes que aparecen en la pantalla me llenan de rencor, dolor y tristeza en partes iguales.
Cierro los ojos un segundo, tratando de contener la tormenta que siempre lat