VICTORIA
Lo detesto, juro que lo detesto, quiero que se regrese a su fría Rusia y le dé una pulmonía o se ahogue en algún helado rio, mejor que lo encuentre un oso y se lo coma, aunque al pobre le dará indigestión, me refiero al oso.
—¡Victoria! ¡Victoria!
Grita como loco, no me importa, que siga gritando, si quiere, dice que soy una niña mimada y engreída, entonces que lo siga pensando, que estoy haciendo una pataleta, entonces se lo voy a demostrar, sí, señores, que se aguante por tratarme así.
Le pido la manguera a un señor que está regando unas plantas y una sonrisa malvada se forma en mi cara, me giro como diablillo a punto de hacer una travesura y giro sobre mis pies y ¡Qué pena! Se mojó el señorito, se arruinó su lindo traje Armani o qué sé yo.
—¡UPS! Lo siento, señor Jackson, ¿Lo mojé? ¡Pobre y triste rusito!
—¡Loca! Eso es lo que eres, que no soy ruso, soy americano, pero ese no es el caso, como te atreves, mira como me has dejado.
Empieza a gritar como desquiciado, su car