8. CASI COMPROMETIDA
MARGARETH
He sido tomada por sorpresa y aunque mi mente grita cuidado, una parte de mí quiere soñar con lo que él representa: un príncipe azul.
Me observo en el espejo mientras la doncella acomoda el último pliegue del vestido. El reflejo me devuelve una joven que sonríe apenas, pero mis manos cuentan otra verdad: los dedos se enredan en la gargantilla, ajustándola una y otra vez como si me faltara aire. La seda del corsé me oprime el pecho y no sé si es la tela o la ansiedad lo que me impide respirar con normalidad.
Intento distraerme alisando el faldón con las palmas, pero solo consigo sentir cómo el temblor de mis manos delata lo que no quiero admitir: estoy nerviosa, expectante... vulnerable.
Creí escapar un rato de esos pensamientos acudiendo al llamado de la reina. Ella me recibe en sus aposentos privados, rodeada de doncellas que reajustan el último detalle de mi vestido como si fuera una pieza de porcelana demasiado valiosa para ser tocada. El roce constante de las manos ajena