Capítulo 24. Por mi culpa murieron

Kostantin sintió como la rabia se desbordó de él como si se tratara de la lava de un peligroso volcán en plena actividad, tomó a Simón por el cuello, lo arrastró hasta pegarlo contra la pared más cercana, totalmente enloquecido comenzó a golpearlo, era golpe tras golpe.

El hombre pensó, de manera errónea, que su confesión centraría el odio del griego hacia Natalia, jamás imaginó que la rabia del hombre se encrudecería también en contra de él, estaba ciego, golpeaba y la sangre comenzaba a bañar el rostro de Simón.

—Por favor, ¡Detente! Me… vas a matar —suplicó el hombre, mientras sentía el terror apresarlo como una gigantesca mano en su interior, una corriente fría cruzó su cuerpo, se sentía a punto de fenecer.

—Matarte, no vas a morir Simón... ¿Sabes por qué? Porque la muerte es un regalo demasiado maravilloso para gente tan perversa como los Ferrer, toda esa maldita familia me la va a apagar, por lo que me hicieron a mi familia, y sobre todo a mis hijos, eso, jamás voy a perdonárse
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