Llegué más tarde esa noche junto con mi tía desde la cárcel. Le mostré una habitación contigua a la mía, asegurándole que ese sería su nuevo hogar. Josefina me besó en la frente en señal de agradecimiento por confiar en ella y se despidió hasta el día siguiente. Visiblemente agotado, entré en mi habitación solo para encontrar a Ivory, pálida en mi lecho.
Al ver la nota al lado de la cama que me había dejado Amelie, mi expresión cambió radicalmente; el miedo y la consternación se apoderaron de mí. ¿Quién querría hacerle daño a Ivory? Me culpaba a mí mismo por haberla dejado sola, arrepentido por mis acciones precipitadas del pasado.Me levanté con lentitud, cada uno de mis movimientos cargados de temor. Me senté cuidadosamente al borde de la cama, junto a ella, y con una ternura qu