8. ¿Y AHORA QUÉ VAMOS A HACER?
Volví a conducir el auto hasta dar con una casa de empeño. Después de regatear un rato y lograr un precio razonable por la joya, le pregunté al hombre si conocía algún alquiler barato cerca. Él negó con la cabeza y me dijo que le pareció ver en la mañana, del otro lado del río, un cartel de alquiler.
—Vamos, Ilán, no importa, lo alquilaremos hoy; de seguro vale menos que un hotel —dije mientras ponía en marcha el auto, que por suerte estaba lleno de combustible.
—¿Estás segura de que no es mejor un hotel? —preguntó Ilán, mirando con recelo hacia qué lado de la ciudad nos dirigíamos, la de clase bajos recursos.
—Sé que esto es nuevo para ti, Ilán, pero no tengas miedo; yo conozco toda esta parte de la ciudad —le aseguré con confianza—. La gente es muy amable.
Ilán me ofreció una mirada curiosa mientras cruzábamos el puente. El cartel que anunciaba la disponibilidad de la vivienda colgaba torcido, como si estuviera a punto de rendirse ante el viento y el tiempo, frente a una cas