60. CONTINUACIÓN
Miré a mi esposo y lo abracé con fuerza. A nuestro alrededor, el aire estaba impregnado con el olor fresco y terroso de la tierra húmeda, mezclado con el perfume dulce de las flores en floración. La luz del sol jugaba con las sombras de las hojas, proyectando patrones danzantes sobre los pisos y paredes. En el centro del salón, un pequeño olivo en una maceta grande era testigo silencioso del cuidado y la dedicación que ponía en mi hogar.
—Cada planta que ves aquí tiene una historia, un recuerdo asociado a mis padres —expliqué, acariciando suavemente las hojas de una planta cercana—. Cuidarlas es mi forma de honrarlos, de mantener viva su memoria. Esto fue lo único que me dolió cuando creía perderlo todo: esta casa. Quiero que me ayudes a cuidarla siempre, amor. No quiero volver a perderla.
Ilán tomó mi mano y la apretó suavemente, un gesto de apoyo y comprensión. Luego me besó con pasión.
—Buscaremos la forma legal para que, pase lo que pase, esta casa no se vea involucrada en nada. T