Un sentimiento de celos se apoderó de Daniel, mezquino y amargo. Recordaba los momentos que había compartido conmigo, los besos intercambiados, el cariño que yo le había mostrado, tan similar al que ahora entregaba a Ilán, preguntándose por qué no me había tomado para él en vez de seguir el plan de su tía. Era una pregunta que lo hacía sentir un imbécil. Ilán, por su parte, no había pasado por alto el modo en que Daniel me observaba.
—Anoche— respondió escuetamente Ilán. Conocedor del engaño que había perpetrado, haciéndose pasar por él para cortejarme y robarme. Daniel vio cómo su expresión se endurecía, lo que provocó que dejara de observarme y mirara hacia Eleonora.—Vaya, miren quién apareció. Eleonora, ¿cuándo llegaste?— Daniel se acercó c