AMAYA:
Me acerqué a la ventana de mi habitación en la mansión Makis, una sonrisa siniestra dibujándose en mi rostro arrugado. Mis ojos, fríos y calculadores, recorrieron los jardines mientras saboreaba la sensación de que mi plan, aunque no perfecto, estaba dando frutos.
Con movimientos cautelosos, cerré la puerta con cerrojo y extraje un teléfono oculto de un compartimento secreto. Mis dedos, temblorosos por la edad pero firmes en mi propósito, marcaron un número que conocía de memoria.—Eleonora —susurré con voz grave y amenazante—, es hora de que traigas la toxina peligrosa. Debemos acabar con ellos antes de que sea tarde. Ya llevas al heredero de Ilán en tu vientre. Todo pasará a ese niño y podremos apoderarnos de todo.El silencio al otro lado de la línea fue roto por la voz vacilante de Eleonora, que sonaba extra&nt