IVORY:
Continué degustando mi desayuno con una serenidad pasmosa, mientras las miradas furiosas y frustradas de las demás mujeres se clavaban en mí, incapaces de encontrar una forma de quebrar mi compostura. De repente, Daniel irrumpió en la cocina, y sentí su mirada fija en mí con una intensidad que me hizo sentir incómoda, aunque me esforcé por no demostrarlo.
Marina, siempre atenta a mis necesidades, deslizó discretamente la mano en su bolsillo y presionó el botón de marcación rápida en su teléfono. No había transcurrido ni un minuto cuando Ilán apareció en el umbral, seguido de cerca por Stefanos y Amelie, que acababan de llegar.—Buenos días —saludó Ilán con voz gélida—. ¿Se puede saber qué hacen en mi casa? Si mal no recuerdo, dejé claro que no eran bienvenidas aquí.