Después de atender a Amaya y administrarle un medicamento por vía intravenosa, me había retirado para encontrarme con las tres mujeres que habían sido expulsadas de la residencia de Ilán. Mi mente era un torbellino de confusión; por momentos creía que Amaya fingía, pero al siguiente instante, su mirada perdida y sus divagaciones me hacían dudar. No sabía a qué atenerme.
—¿Qué ha pasado con Amaya? —preguntó Dafne, su voz teñida de preocupación y un dejo de impaciencia. Me pasé una mano por el cabello, visiblemente frustrado. No quería declarar mis sospechas, pero tampoco podía mentir, después de todo ellas eran mis aliadas por ahora.—No sé qué decirles —respondí con sinceridad, alternando mi mirada entre las tres mujeres—. Por momentos creo que está fingiendo, p