145. EL RESCATE DE IVORY CLOE
Contemplaba, con un terror helado en mis ojos, cómo mi amiga de toda la vida, Ivory, se teñía de un azul profundo, casi sobrenatural. En un estallido de desesperación, marqué el número del médico, quien respondió al instante. Al oír los síntomas que atormentaban a Ivory, ordenó que la sumergiéramos en hielo de inmediato para neutralizar la toxina mortal y que la trasladaran al hospital más cercano con urgencia.
Stefanos, con una fuerza que parecía surgir de la misma desesperación, levantó a Ivory y la llevó a la bañera. Después de depositarla con delicadeza, corrió hacia la máquina dispensadora de hielo, agarró dos bolsas y salió disparado. Yo intentaba seguir su ritmo cuando un punto en el cielo y un sonido sordo me hicieron levantar la vista.
Las bolsas de hielo cayeron de mis manos y corrí, llamando a Stefanos a gritos. Él salió para ver qué sucedía, mientras yo, en un frenesí de urgencia, recogía todas las pertenencias de Ivory y le indicaba a Stefanos que la cargara.
—Amelie, h