40

Me dolía la espalda, los pies, los muslos, al diablo, me dolía el cuerpo como el demonio. Estaba al borde de las lágrimas.

Ha pasado una semana desde que Casper me llevó a una cita y comencé a tener entrenamientos físicos y brujería con Dakota por la mañana y Víctor por la tarde.

Me estoy abrazando en posición fetal en el suelo mientras Dakota solo mira en silencio y Sebastian me grita.

—Odetta, vamos, no me has dado un golpe sólido y limpio y estás tirado allí indefenso, —grita.

Parpadeo para contener las lágrimas y me pongo de pie. Cada movimiento que hacía me daba ganas de gritar, pero me muerdo los labios para detenerme.

—Ven a mí otra vez y esta vez, ven fuerte— lo miro antes de correr hacia él. Lanzo un puñetazo débil que él esquiva y me agarra del brazo. Sujeta mi brazo detrás de mí y agarra mi segundo brazo cuando trato de golpearlo. Me arroja al otro lado del campo.

—Oh, vamos, Odetta, —gruñe.

Empiezo a sollozar
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