Julian, Leo y Zoey llegaron a la casa de Sol y Kira con el coche cargado como si fueran a instalarse un mes: cervezas frías, dos botellas de tequila baratas pero eficientes, refrescos de sabores brillantes y tres cajas de pizza con el queso aún burbujeante. Zoey pateó la puerta con la bota, cargando la mitad de las bolsas en una mano y su celular en la otra.
Sol abrió con una ceja alzada, y una camiseta vieja con la frase: "No estoy de humor, pero tengo tequila". Al verlos, les dio paso con una sonrisa ladeada.
—¿Dónde está Kira? —preguntó Julian apenas cruzó el umbral, como si el nombre se le hubiera escapado sin pasar por el filtro del orgullo.
Zoey lo miró de reojo, divertida.
—¿Apurado?
Sol no respondió enseguida, solo cerró la puerta y señaló el reloj de pared.
—Aún no llega. Aceptó un trabajo extra limpiando una casa. No sé cuánto más se tarde. Pero pasen, Luka ya está en casa.
El chico apareció por el pasillo, descalzo, con una sudadera demasiado grande y expresión cautelosa. Se detuvo al ver a los extraños.
—Hola... —saludó, con la voz baja pero firme.
Zoey fue la primera en reaccionar.
—¡Pero qué m****a de genética! ¿Qué clase de lotería ganaron tus padres? Son perfectos, carajo.
Luka se sonrojó, bajando la mirada. Pero al ver que todos reían, dejó escapar una risa tímida, y al hacerlo, se le formaron dos pequeños hoyuelos en las mejillas. Julian los reconoció al instante. Eran los mismos que aparecían en Kira cuando se reía a medias, como si no quisiera del todo, pero igual se dejaba llevar.
Leo le estrechó la mano a Luka con respeto, hablándole como si fuera un adulto.
—Un gusto, campeón. ¿Eres el hermano de Kira, verdad?
Luka asintió, y su mirada azul profundo se posó en Julian por un segundo. No dijo nada, pero fue suficiente para que Julian sintiera un eco dentro. Había admiración en los ojos del niño. Y en ese breve instante, se imaginó a sí mismo de pequeño, mirando a Marcus con esa misma esperanza... Una esperanza que Marcus había aplastado con indiferencia. El contraste le dejó un sabor amargo.
Cuando las pizzas estaban sobre la mesa y las botellas abiertas, la puerta principal se abrió de golpe.
—Suka blyad! (¡Maldita sea!) —escupió Kira en ucraniano, dejando caer una bolsa vieja al suelo.
Todos se quedaron en silencio. Kira parpadeó al ver el salón lleno.
—¿Qué...?
—Sorpresa —dijo Luka con una sonrisa amplia, corriendo hacia ella.
Ella lo abrazó de inmediato, cerrando los ojos, apretándolo fuerte. Al separarse, lo miró con una expresión que no usaba con nadie más. Amor absoluto. Protección. Alivio.
Julian apartó la mirada, sintiendo que invadía algo sagrado. En su mente, la imagen de Marcus diciéndole que debía ser fuerte, que los hombres no lloran, O Richard diciendole que él no era su verdadero hijo. Ninguno de esos recuerdos dolía tanto como ver lo que él nunca tuvo. Un vínculo real. Una familia.
—Estás mejor —susurró Kira, acariciándole la mejilla a Luka.
—Es que Sol me dio pizza antes de la hora —respondió él con picardía.
La risa de Kira fue suave, y sus ojos brillaron un segundo antes de que se secara las lágrimas con disimulo.
—Ahora entiendo por qué tardaste tanto —comentó Sol, abrazándola por detrás—. Ve y cámbiate. Aquí hay gente con hambre, sed y ganas de fingir que el mundo no es una m****a.
Kira les echó una última mirada a todos, y cuando sus ojos se cruzaron con los de Julian, algo se sostuvo en el aire por unos segundos. Él no dijo nada. No sonrió. Pero había algo en su expresión que no se podía fingir.
Kira bajó la vista y murmuró:
—Vuelvo en cinco minutos. Guarden pizza.
Zoey alzó una botella.
—Solo si te apuras.
Y así, la noche prometía no arreglar nada, pero al menos, anestesiarlo todo un rato.
...
Kira se encerró en su habitación con la intención de cambiarse, pero antes de quitarse los zapatos, su celular vibró. Diego. Otra vez.
—¿Qué quieres? —contestó sin disimular el agotamiento en su voz.
—Verte. Hoy. Te extraño, Kira. Quiero sentirte, tocarte... extrañé tu cuerpo —dijo con esa voz melosa que a veces funcionaba y otras solo la repugnaba.
Kira rodó los ojos, sentándose en la cama.
—Aún estoy enfadada, Diego. Mejor no nos veamos hoy, ¿sí?
—Vamos, amor... —insistió—. No seas así. Sabes que te amo, sabes que todo lo hago por ti y por Luka...
—Lo sé —lo interrumpió ella, sin reproches, solo resignación—. Pero hoy no. Estoy cansada. Otro día, ¿sí?
—Está bien —murmuró él, decepcionado—. Pero sabes que cuentas conmigo...
—Sí. Lo sé. Buenas noches, Diego.
Colgó sin más, con el corazón cansado de tantas medias verdades.
...
Afuera del cuarto, Julian no dejaba de mirar la puerta. Su mente la repasaba una y otra vez, esa imagen de Kira cruzando el umbral con los ojos llorosos y una fuerza imposible de ignorar.
Sol, que notó su inquietud, se le acercó por detrás con una sonrisa burlona.
—¿Quieres dejar de mirar la puerta como si fuera a darte las respuestas de la vida? Anda, ve por ella. Dile que mueva el culo, que la fiesta espera.
Julian la miró y asintió con una sonrisa pequeña, como si agradeciera internamente el permiso.
Caminó hasta la habitación, tocó suavemente la puerta. Del otro lado, la voz de Kira respondió:
—Pasa, Sol.
Abrió despacio, asomando primero la cabeza. Cuando Kira lo vio, sus cejas se alzaron por la sorpresa.
—Ah... eres tú —dijo, algo desconcertada.
Julian retrocedió un poco.
—Perdón, pensé que querías que pasara... Sol me mandó.
Kira negó rápido.
—No, no pasa nada. No tienes que disculparte.
Vestía unos pantalones de chándal y una sudadera enorme que le caía hasta medio muslo. El contraste con su rostro cansado la hacía ver vulnerable, pero también curiosamente adorable. Julian sonrió sin darse cuenta.
—Te ves diferente así.
Kira ladeó la cabeza.
—¿Mejor o peor?
—Más real —respondió él, sincero.
Ella se acercó a la puerta, lista para salir, pero cuando pasó junto a él, Julian notó una mancha rojiza en su mejilla. Se le frunció el ceño.
—¿Qué te pasó aquí?
Ella se tocó automáticamente donde él había mirado y su expresión se endureció.
—Nada. Solo... me topé con una puerta. Ya sabes, torpe como siempre.
Y sin esperar respuesta, salió al pasillo. Julian se quedó quieto, viendo cómo se alejaba, con una inquietud clavándosele en el pecho. Algo no cuadraba. Y ese algo tenía forma de cicatriz nueva.
Espero que esten disfrutando de esta lectura, recuerden dejar sus comentarios para motivar a escribir mas... y agregenla a su biblioteca...