Mundo de ficçãoIniciar sessãoCAPÍTULO 6
PUNTO DE VISTA DE DIEGOLa profecía, pronunciada años atrás, nos hacía preguntarnos a mis enemigos y a mí cuándo se cumpliría. Cuestioné, recé y, en algún momento, simplemente aprendí a vivir con la convicción de que lo que tuviera que ser, sería. Sentía que era una mentira, mientras los días se convertían en semanas y luego en meses, y antes de darme cuenta, los años pasaron volando. Nadie sabe quién será mi compañera. La he imaginado y visualizado incontables veces; a veces, es mi imaginación la que me da fuerzas para seguir adelante y creo que la encontraré. Mi compañera, la elegida por Luna, cuidadosamente diseñada y creada a la perfección para ser mi compañera de vida. En mis sueños la veo como una joven de piel de porcelana, con una mirada cálida que disipa mis preocupaciones al despertar. Su sonrisa me llena el alma y acelera mi corazón. Anhelo dormir cada día y me entristece la llegada de la mañana, porque marca el fin de mis dulces y tristes sueños. ¿A quién podría contárselo? A nadie. Seguí viviendo así, sin dejar de buscarla. Sé que mis enemigos también, tan ansiosos como yo por conocer a la persona de la que habla la profecía. Ella es mi redención y mi debilidad a la vez; la ansían, pero juro que ni siquiera la alcanzarán antes de ser destrozados, poco a poco, de la forma más agonizante, hasta el punto de suplicar una muerte rápida.
Una de las tantas noches en que no la veía en mis sueños, decidí salir a correr para matar el tiempo. Por alguna razón, decidí entrar en la manada de las Sombras. Nunca antes había tenido motivos para ir allí, pues mi mayor enemigo es el alfa. No es que el bastardo fuera a hacer nada; soy el rey de los licántropos, no me cuesta nada aplastarle el cráneo, pero ¿qué gracia tiene si no tengo enemigos? Mi lobo seguía yendo hacia allí; siempre se porta bien, pero esa noche no, y la verdad es que me daba igual. Necesitaba una distracción, y entonces, como una fuerza desconocida, oí el aullido más largo y solitario que jamás había escuchado.
Aullar es una forma de comunicación entre hombres lobo; es como nos comunicamos entre nosotros cuando estamos en nuestra forma, y lo hacemos principalmente cuando la manada está en peligro. Lo usamos para pedir ayuda, y los alfas lo usan para convocar a su manada, pero este aullido en particular no pedía ayuda a nadie, o tal vez fue porque de repente moví mis patas hacia donde provenía el sonido. Me llamaba, me atraía con tanta fuerza y poder. Me aceleró el corazón, haciéndolo latir con fuerza, como solo lo hace cuando duermo. Ese dulce e embriagador aroma a rosas mezclado con tierra húmeda, tal como lo imaginaba, llenó mi nariz. En mi forma de lobo, me picaban aún más los colmillos; solo podía significar una cosa: Compañera.
Han pasado semanas desde que se fue de nuevo, como solía hacerlo en mi sueño, solo que esto no es un sueño. Recuerdo vívidamente la culpa y la vergüenza en sus ojos ámbar después de aquella noche de pasión y placer. Lamentaba que me doliera verla querer irse. Sentí el miedo que la embargaba, y aunque estaba cerca, se sentía inalcanzable. La había rechazado algún estúpido, ciego o tonto, y me dolió verla sufrir. Aquella noche me alegré de haberla conocido y me enfurecí porque me había dejado de nuevo. Maldije a Luna.
—Su Majestad —me llamó Tyler, mi beta, mientras se acercaba con el ceño fruncido. Es un hombre capaz que nunca muestra debilidad; me pregunto qué lo habrá hecho fruncir el ceño esta vez—. Se han visto renegados por aquí, pero por alguna razón no se acercan —reveló Tyler, visiblemente confundido.
—¿Quieres que vengan? —pregunté arqueando una ceja—. Saben que es mejor no acercarse a mí. —No, pero tengo el presentimiento de que algo anda mal. Llevan años sin acercarse a nuestro territorio. ¿Por qué ahora? —preguntó Tyler, y por un momento pensé que tenía sentido. Esto promete.
—Veré qué quieren —dije sin pensarlo mucho. ¿Por qué? No lo sé. Sonreí, lista para usar mis patas y desahogar mi frustración—. Debería ir contigo —sugirió Tyler.
—Cuida de la manada —ordené, y él hizo una reverencia. Al salir de mi estudio, me encontré con Lolita, mi beta. Ella también inspiraba respeto y tenía un aura imponente. Me gustan los hombres fuertes, no débiles, y Lolita era una de ellos: bella e inteligente. Era la estratega de la manada. —Iba de camino a verte —la vi ajustarse la ropa escasa que dejaba ver demasiada piel. La ignoré por completo.
En cuanto salí del palacio, me puse a cuatro patas y me dirigí hacia donde habían ido los renegados cuando volví a percibir ese olor. ¿Qué hace ella aquí afuera? Sentí a mi loba gruñir amenazadoramente. Mi vista se nubló al ver a los renegados rodear a mi compañera; ya la habían herido, la superaban en número. Lo pagaron con su vida; lo hice rápido y menos doloroso.
Cuando terminé, recuperé mi forma humana y...Fui a ayudarla a levantarse. ¿Por qué siempre te encuentro con dolor? Quise preguntarle, pero me contuve al cruzar miradas con la suya.







