Los dedos de Martin se cerraron con desesperación sobre sus muñecas y Aaron gruñó.
—¡No me sueltes... no...! —gritó.
—Nadie va a soltarte —gruñó James—. ¡Vas a ir a la cárcel, que es lo que te mereces, y me voy a asegurar de que pases el resto de tu vida sin ver la luz del sol!
—¿Y crees que eso