El segundo disparo le agujereó el otro pie y el hombre gritó de dolor.
—Y que una cucaracha rastrera como tú —gruñó con rabia poniendo el cañón contra su mano—, se atreva a poner un dedo sobre mi familia y crea que yo lo voy a dejar pasar... bueno, ese es otro gran error.
El tercer disparo le hizo