Meli no supo por qué, pero toda la alegría que llevaba se le asentó en el estómago como una piedra al ver la expresión de Nathan. Parecía molesto, pero tenía esa cara de cuando era capaz de controlarse aunque quería explotar.
—¡Papi! —gritó Sophia corriendo a sus brazos y él la levantó—. ¡Vimos las