El silencio que siguió a las palabras de Khaled parecía tener peso propio. Mariana permaneció inmóvil, con la mirada fija en el rostro del hombre que acababa de desnudar su alma ante ella. Las palabras "te amo" flotaban en el aire como una promesa, como una pregunta, como un ruego.
—Necesito tiempo —fue todo lo que pudo decir antes de dar media vuelta y alejarse con pasos apresurados.
Cada paso que daba por los pasillos del palacio resonaba como un latido en sus oídos. Las paredes ornamentadas que antes le parecían majestuosas ahora se cernían sobre ella como testigos silenciosos de su confusión. Cuando finalmente alcanzó la puerta de sus aposentos, la abrió con manos temblorosas y se deslizó dentro, cerrándola tras de sí como si pudiera dejar fuera todas las emociones que amenazaban con ahogarla.
Se apoyó contra la puerta y se deslizó hasta el su