El sol de la tarde se filtraba por los ventanales del palacio, proyectando sombras alargadas sobre los mosaicos del pasillo principal. Mariana caminaba con pasos ligeros, llevando en sus manos un libro de cuentos que había prometido leer a Amira antes de dormir. La pequeña había mostrado un interés particular por las historias de princesas que rompían tradiciones, algo que secretamente llenaba de orgullo a Mariana.
Al doblar hacia el ala este, donde se encontraban las oficinas administrativas del palacio, escuchó voces que provenían de la sala del consejo. La puerta estaba entreabierta, y aunque no era su intención escuchar conversaciones ajenas, el nombre de Khaled pronunciado con urgencia captó su atención de inmediato.
—Es imperativo que el Jeque Al-Fayad formalice un nuevo matrimonio antes del próximo festival —dijo una voz grave que Mariana reconoció como la de Ibrahim, el consejero principal—. La familia Al-Nazir ha expresado su interés en una alianza. Su hija So