El jardín del palacio se extendía como un oasis de serenidad bajo el cielo estrellado de Alzhar. Marina caminaba entre los setos perfectamente recortados, respirando el aroma de los jazmines que perfumaban el aire nocturno. Necesitaba este momento de soledad para ordenar sus pensamientos después de los últimos acontecimientos que habían sacudido su vida en el palacio.
La propuesta de matrimonio de Khaled seguía resonando en su mente como una melodía dulce pero inquietante. Lo amaba, de eso no tenía duda, pero las implicaciones de convertirse en la esposa del jeque la abrumaban. No era solo un matrimonio; era aceptar una vida completamente diferente, con responsabilidades y restricciones que nunca había imaginado para sí misma.
Se detuvo junto a la fuente central, observando cómo la luz de la luna se reflejaba en el agua cristalina. Sus dedos rozaron la superficie, creando pequeñas ondas