YAMILA KAYÁ
Aarón me miró, con una llamarada de hielo y ventisca ardiendo en sus ojos. Era imposible no darse cuenta que le estaba costando no salir de mi apartamento a la carrera, buscar a su hermano y hacerle pagar por los insultos contra mi, por perseguirme y acosarme, incluso hasta por abandonarme.
—¡Quédate, por favor!— insistí desesperada y queriendo evitar una tragedia. Ya bastante tenía la señora Génova con estar herida, como para ver a sus dos hijos pelear. Estaba segura que después de ver el semblante de Aarón, no se confirmaría con solo hablar o negociar acerca del tema.
—¡Andres superó todos los límites, Yamila!— logró articular él con los dientes apretados por la furia y la mandíbula totalmente cerrada y dura. Su rostro se veía sin más sexy, y otra vez esa aura oscura que emanaba estaba ahí, a su alrededor, como si se tratara del Ángel de la Muerte.
—¡Ese hombre solo buscaba esto! ¡Provocarnos! ¿!Date cuenta!?— dije yo tratando de desvanecer la ira de Aarón, pero cad