Cuando Selene entra en la imponente sala del concilio de ancianos, todos los presentes se ponen de pie de inmediato. Su presencia irradia una imponente majestuosidad que no tarda en llenar el lugar.
A medida que camina por el interior de la sala, los lobos se inclinan en reverencia ante sus pasos, reconociendo su posición como Diosa Madre, aquella creadora de su raza, misma que, cumpliendo su palabra dada hace cientos de años, ha regresado para reunirse con ellos.
Sin embargo, entre la multitud que se postra ante ella, la peli plateada no puede evitar notar la figura que, luchando contra el instinto de su lobo interior, se muestra renegado a reverenciar ante ella: la figura del aciano Paul, mismo que, aun cuando intenta que no se note, es claro que sus ojos no reflejan el mismo respeto que el de los demás.
Selene no tarda en notar aquel detalle, pero, aun así, le resta importancia y solo avanza con gracia hacia el centro de la sala, su mirada manteniéndose tranquila pero no por ello menos penetrante.
Una vez en el centro de la estancia, deja que su mirar se deslice a lo largo de la estancia, escrutando cada rincón y sin necesidad alguna de que diga algo, es claro para todos, que su sola presencia basta para leer los pensamientos de cada lobo presente.
Por un breve segundo, su mirada se cruza con la del anciano Paul y un ligero esbozo de sonrisa no tarda en aparecer en su rostro al notar como la mirada del anciano es cruzada por un leve destello de recelo.
Paul permanece erguido en su asiento, la lucha que sostiene con su lobo para no ceder ante el impulso de inclinarse ante su diosa es tan fuerte como esperaba.
Aquella actitud no hace sino provocar ligeros murmullos entre algunos de los presentes, ya que su postura, aunque tranquila, deja claro para todos que está desafiando la autoridad de Selene.
Una osadía que nunca hubieran esperado por su parte.
Por su parte, aunque su rostro se mantiene estoico, Selene no puede evitar sentir diversión ante la actitud del viejo lobo. Queriendo ver hasta dónde puede llegar este con su postura, ella mantiene su expresión imperturbable, pero moviendo su cuerpo con gracia, comienza a moverse una vez más hasta que finalmente detiene sus pasos frente a Paul.
Al situarse frente a él, su voz resuena sale con la misma calma, pero no por ello menos poderosa.
—Anciano —dice con voz suave pero firme—, ¿por qué te niegas a seguir la petición de tu lobo? ¿qué te impide mostrar el respeto que merece mi presencia?
Al escuchar la hipnótica voz de la diosa, los ojos del viejo lobo se estrechan.
Su lobo interior lo i***a con más fuerza a doblegarse, rasgando su interior con profunda disconformidad, pero, aun cuando le supone un gran esfuerzo, la parte humana del anciano se mantiene firme en su postura. No piensa permitir que su lobo lo haga retroceder, y ante la pregunta formulada por la diosa, no duda en responder con firmeza:
—No niego su poder ni su posición, mi señora —responde con voz profunda—, pero permítame mantener mi convicción y mis motivaciones.
Aquella respuesta solo hace que los murmullos crezcan, los lobos observan con asombro la interacción entre la Diosa y el anciano. Selene, serena, mantiene su mirada fija en él, evaluando cada palabra.
—Gracias por tu sinceridad —responde con un tono amable, contrario a la posición que todos esperaban que ella tomara—. No vine a imponer mi voluntad ante mis hijos, sino a guiarles y protegerles ante la oscuridad que se cierne sobre todos ellos.
Fijando nuevamente su mirada en la de hombre, su mirada ambarina conecta con la del lobo en su interior. Su ligera sonrisa se marca un poco más antes de que sus palabras vuelvan a salir.
—Eres libre de actuar por ti, anciano.
༻ MANADA DEL NORTE ༺
Aun cuando todo a su alrededor es un total caos, Becka no se permite flaquear mientras corre por los sombríos pasillos.
No hay ni uno solo de sus sentidos que no se mantenga alerta, aun así, puede sentir como su cuerpo comienza a debilitarse debido al sobre esfuerzo de tener que mantenerse unida a sus hermanas y luchar por breves instantes, poco a poco su energía se le comienzan a agotar, y es que las sacerdotisas son entrenadas en diferentes áreas, pero una de ellas no es la de realizar grandes esfuerzos físicos.
Para ese punto, puede sentir como su pecho arde un poco por la creciente falta de aire, al tiempo que el sonido de sus pasos retumba en sus oídos mientras el miedo hace latir su corazón con violencia al no encontrar al alfa Lían por ningún lado, y al ser de diferentes manadas, hace imposible que pueda sentirlo por medio de un lazo.
Aun así, aunque sabe que necesita un momento de calma para ajustar sus sentidos, también sabe que no puede detenerse; hacerlo significaría acercarse un poco más a la muerte a manos del lobo maldito que la persigue.
El ardor en su pecho no hace sino aumentar mientras sus pies golpean el suelo de piedra. Solo por una fracción de segundo, su pensamiento se centra únicamente en escapar, pues sabe que está perdiendo la batalla contra el tiempo.
La confirmación a esa idea le llega cuando escucha a sus espaldas las garras raspando contra la piedra. Al volver su mirada por un momento, puede ver la imagen del lobo maldito emergiendo de entre las sombras, sus ojos brillando con ferocidad salvaje mientras se lanza hacia ella.
Becka sabe que no puede correr más.
Con el corazón en la garganta, se prepara para defenderse, aunque su cuerpo esté agotado por la huida, la breve pelea que ha dado físicamente y el uso prohibido de magia rúnica en el ataque a la manada de las sur horas antes.
Levantando sus manos temblorosas, invoca nuevamente las runas antiguas en un intento desesperado por detener al lobo.
Pero antes de que pueda siquiera completar su hechizo, el lobo se abalanza contra ella. Cerrando sus ojos se prepara para recibir la fuerte embestida, pero una figura imponente aparece de entre las sombras.
Es Josh.
Su pelaje oscuro brilla a la luz parpadeante de las antorchas, mismas que hacen sombra sobre la sangre que lo cubre. Con un gruñido feroz, se interpone entre Becka y el lobo maldito, su mirada ardiendo con determinación asesina mientras se prepara para el combate.
Toma solo unos segundos antes de que ambos lobos se entrelacen en una danza mortal de colmillos y garras.
La lucha es feroz. Las mordidas y las garras van de un lado al otro, un lobo buscando de imponerse al otro.
La oji-lila no sabe cuánto tiempo dura aquella encarnizada pelea, pero, Becka siente que su alma la abandona cuando el maldito cae sobre Josh, sus fauces listas para matarlo. El aullido de dolor y el charco de sangre que le siguen a esa imagen, hielan su sangre.
Las lágrimas brotan de sus ojos ante la idea de haberlo perdido. Por un instante, ninguno de los dos se mueve y su propio pánico no le permite procesar ni sentir el lazo de unión que comparten. Pero cuando el maldito comienza a incorporarse, Becka da un par de pasos hacia atrás, su instinto se dispara y su loba la i***a a prepararse para defenderse.
Pero entonces, el lobo negro se incorpora y se sacude al enemigo muerto: es Josh quien emerge victorioso.
Con pasos vacilantes, Becka se acerca a él. Con afecto, coloca una mano temblorosa sobre su ensangrentado pelaje negro, sintiendo su corazón latir con desesperación mientras sus manos buscan algún rastro de herida.
Ante el suave pero tembloroso contacto, Josh regresa a su forma humana, y Becka se deja llevar por la emoción, envolviendo su cuerpo lastimado en un abrazo profundo mientras llora.
—Yo... temí perderte —susurra entre lágrimas.
Josh escucha sus palabras, y se separa apenas un poco para fijar su mirada en ella, una mirada que se encuentra bañada con un brillo cálido y comprensivo. El lobo no puede evitar que su corazón lata con fuerza, pero sabe bien que no es por la pelea, sino, por poder abrazar finalmente a la mujer que siempre ha amado, pero que desde su infancia ha estado prohibida para él.
Sin ningún afán de controlarse, Josh levanta su mano y deja una cálida caricia en su cabello negro y se permite disfrutar ese instante de paz en medio del caos.
Posiblemente, al final de la noche, esté muerto o cerca de ella, por eso, desea aprovechar ese breve instante.
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