Lían abre los ojos lentamente, su cuerpo aún se siente pesado y adolorido, consecuencia de haber estado peleando casi hasta su último aliento. El aire dentro de la cabaña está cargado de un silencio que lo desconcierta, pero al mismo tiempo, algo en su interior le dice que ha estado fuera por mucho tiempo. Se sienta, sus manos sostienen su cabeza, tratando de organizar sus pensamientos. La última imagen que tiene es el rostro de Hansen, la oscuridad envolviéndolo de una forma que no había sentido antes y la certeza de que su vida pendía de un hilo. Pero ahora, todo está tranquilo. Tanto que parece irreal.
Sus piernas tiemblan ligeramente cuando se levanta, los músculos entumecidos como si hubiera estado un largo tiempo inactivo. A través de la pequeña ventana de la cabaña, puede ver cómo la luz del sol se filtra entre los árboles, bañando el exterior en un resplandor dorado que se siente poco común. Caminando hacia la puerta su paso es un tanto vacilante, su respiración entrecortada