Dominic pasó saliva antes de contestar.
— Trescientos dos años, si le sumo la edad a la que cambié, trescientos veintiocho. ¡Pero me siento como en mis quince! — bromeó, intentando darle a aquella catástrofe una arista divertida.
Lara notó el esfuerzo heroico que hacía por suavizarle los golpes y lo agradeció siguiéndole el juego.
— ¡Por Dios! — exclamó llevándose a la mejilla la mano que mantenía apoyada en el brazo del sillón — ¡Estoy saliendo con un anciano!
Una risa compartida de agotamiento emocional se esparció por la habitación, y la muchacha abandonó su cómodo recogimiento en el sillón para sentarse en la alfombra junto a Dominic, que la acogió en sus brazos con alivio, como si recibiera un bálsamo para su pesar.
— Recapitulemos. — pidió