Efrén se pasaba las manos continuamente sobre su pelo rubio. Luego comenzó a reírse mientras Martín y Pablo esperaban a que se tranquilizara y asimilara todo lo que le acababan de contar.
Sin embargo, el muchacho dejó de reírse de golpe y se dio la vuelta sin decir nada. Enfiló la acera a paso rápido de nuevo hacia la entrada del casino, donde había dejado aparcada su moto.
Pablo le hizo un gesto a Martín y ambos subieron al coche. Pablo condujo despacio hasta ponerlo a la altura de Efrén que ni siquiera miró hacia el vehículo.
—El tiempo corre en nuestra contra, Efrén. Sé que puede sonarte absurdo pero te necesitamos allí. Necesitamos que ayudes a Martín a conseguir sobrevivir hasta desarrollar el gen.
Efrén siguió caminando. Apretó los dientes y retuvo la rabia que le ahogaba. Por un momento pensó que a