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La vieron aparecer junto al que era su padre adoptivo, aunque ella no lo sabía. A Raúl le sorprendió lo pequeña y frágil que se la veía. Caminaba con el rostro mirando hacia el suelo. Tenía el pelo rubio, un poco ondulado y separaba los pies al caminar. Se la veía triste e indefensa. No debía medir más de un metro cincuenta. Levantó la cara ligeramente al pasar junto a ellos y Raúl observó que tenía una boquita también muy pequeña, con unos bonitos y finos labios. La observó olfatear en el aire. Su rostro casi se iluminó al reconocer el olor familiar, aunque Raúl sabía que ella desconocía su verdadera identidad. Pero el olfato, el olfato era capaz de trasladarles a su hogar, a su casa, a la manada.

Ella y el hombre se adentraron en el puente. La pasarela era tan estrecha que tenían que ir en fila de a uno y el hombre iba del

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