Al día siguiente, mientras Tamara revisaba los documentos que Ethan le había proporcionado, su teléfono sonó con un número desconocido. Normalmente no contestaba, pero algo la impulsó a hacerlo.
—¿Diga?
—Tamara. —La voz era inconfundible—. Soy Catalina Voss.
El silencio que siguió fue largo y cargado.
—¿Qué quieres?
—Necesito hablar contigo. En privado. —Había algo diferente en la voz de su ex suegra, algo que sonaba peligrosamente cercano a la humildad—. Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero esto es importante.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Es sobre Valentina. Y sobre mi hijo. —Catalina hizo una pausa—. Por favor, Tamara. Esto es más grande de lo que imaginas.
Contra su mejor juicio, Tamara aceptó encontrarse con ella.
El café que Catalina había elegido era discreto, escondido en un vecindario residencial donde nadie de su círculo social se atrevería a entrar. Cuando Tamara llegó, su ex suegra ya estaba allí, vestida con ropa casual que la hacía parecer una persona compl