Capítulo sesenta y siete
La otra cara de la princesa
*Stella Di Lauro*
—¿Va a morir? —es lo primero que suelto en horas, poniendo todos mis miedos en una corta frase.
—Su estado es delicado, no solo le apuñalaron... —añade el director del hospital, poniéndome la piel de gallina—. El arma blanca con la que lo hirieron portaba un potente veneno de origen desconocido...
Las piernas no me responden y mi hermano me sujeta a unos pocos centímetros de tocar el suelo para obligarme a sentarme.
»Quien quiera que le atacó, lo hizo a matar... Por fortuna, actuamos a tiempo, aunque para ello tuvimos que drenar el cuarenta por ciento de su volumen sanguíneo.
—Ve al punto, Rossi —interviene mamá—, antes de que nos provoques un infarto a todos.
—Enrico se encuentra fuera de peligro —culmina Romeo.
—Tenías que haber empezado por ahí, imbécil —alcanzo a escuchar a papá antes de perderme en el ruidoso sonido de mi respiración.
—¿Ella?
—A...ayúdame —pido a Federico sentada frente a él—, ayúdame