Narrador.
Emma salió de su habitación descalza, con el corazón latiéndole tan fuerte que parecía que iba a romperle las costillas. Había hablado con Gisel y Sofía hacía menos de una hora y algo dentro de ella se había soltado, como si llevara semanas conteniendo una granada y por fin hubiera quitado la anilla. Se había duchado rápido, sin pensar demasiado, y se puso la camiseta negra que sabía que volvía loco a Kaan y unos pantalones cortos que apenas le tapaban el culo. Nada debajo. No iba a hacer falta.
En el pasillo, Sofía y Gisel la esperaban como centinelas. Sofía apoyada en la pared con el fusil cruzado al pecho, Gisel cojeando un poco, pero con la espalda recta y la mirada firme. Las tres se miraron sin necesidad de palabras. Si Ángela aparecía, ellas la detendrían. Esta noche Emma iba a hacer lo que quisiera con su vida, y nadie, ni siquiera la reina de Loto, iba a impedirlo.
Emma llegó a la puerta de Kaan y la empujó sin tocar. La habitación estaba en penumbra, solo la luz de