CAPÍTULO 42

POV Bruno.

Desperté con la luz del amanecer filtrándose por las cortinas blancas, el rumor del mar tan suave que parecía un latido. Ángela dormía a mi lado, su respiración lenta y profunda, el vientre enorme subiendo y bajando bajo la sábana de lino. Me quedé mirándola un largo rato, como un idiota que aún no se cree la suerte que tiene. La mujer que había cambiado mi vida, que me había convertido en alguien que quería vivir en vez de solo sobrevivir, estaba aquí. Conmigo. Llevando a mis hijas.

Le acaricié la mejilla con la yema de los dedos, apenas rozándola, como si temiera despertarla y que todo fuera un sueño.

—Hoy será un buen día —susurré contra su frente, besándola con cuidado.

Eso fue lo que pensé. Qué estúpido.

Me levanté sin ruido, me puse unos pantalones y una camiseta, y salí al balcón. El Caribe estaba en calma absoluta: el cielo rosa, las palmeras inmóviles, la isla entera respirando paz. Por primera vez en años, sentí que podía bajar la guardia. Que quizás, solo quizás
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