Sólo entonces reaccionó Camell.
Levantó la vista, vio el fuego en los ojos de Malena y añadió apresuradamente: —Mamá, no me refiero a eso. Lo que quiero decir es que, aunque ella y yo rompimos, nuestras familias aún pueden conservar el contrato matrimonial—.
La madre estaba confundida. —¿Cómo?—
Camell dudó un momento. —En aquel entonces, el contrato matrimonial estipulaba que si la familia tenía una hija, me casaría con ella. Mamá, Malena también es hija de la familia —.
La madre Camell se quedó desconcertada.
Unos segundos después, sus ojos se abrieron en estado de shock.
Se levantó con incredulidad y señaló a Camell y Malena con voz temblorosa. —Ustedes dos...—
Ahora era obvio. Camell ya no quería ocultar su relación.
Tomó la mano de Malena y se puso de pie. —Mamá. Malena y yo ya estamos juntos—.
Malena frunció los labios y se inclinó hacia Camell como una chica necesitada de apoyo. Parecía sincera al decir: «Tía, el y yo estamos verdaderamente enamorados. Por favor, danos tus