Carlotta le estaba haciendo la guerra fría.
— Carlotta, mañana me tengo que ir a un viaje de negocios por dos días. Pórtate bien, no salgas sin tu guardaespaldas, si deseas algo pídemelo para traértelo…
Le dijo, pero nada que le abría y sabía muy bien que estaba en su cuarto, la mandó a vigilar y no salió de la mansión.
— Lo lamento pequeña, lo arreglaré todo para que nunca más te sientas incómoda aquí – le prometió pellizcándose el puente de su nariz con cansancio.
Este día había sido demasiado largo y perdió la oportunidad de dormir bien acompañado.
Carlotta lo escuchaba desde adentro, acurrucada en la cama.
No quería hablar con Stefano ahora mismo, estaba demasiado confundida y era débil a sus encantos.
Dos palabritas románticas más y lo perdonaría enseguida.
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Al otro día, cuando se levantó, él ya no estaba, pero le había dejado una rosa roja pegada a la puerta por fuera.
— Duque mañoso, debería castigarte por todas las que me hiciste al inicio y no perdonarte tan fác