XXVII

AMALIA.

—A la cuenta de tres, ¿ok? —[ok]—. Uno, dos y... Tres.

Huxley y su papá me trasladan a la silla de ruedas.

Hoy, después de lo que parecieron ser tres muy largas semanas, por fin salgo del hospital.

Me gustaría decir que ya estoy completamente bien, pero la verdad, todavía no puedo moverme o por lo menos, no mucho.

El lado bueno es que puedo hablar, aunque tampoco es mucho porque me duele todo por el más mínimo esfuerzo todavía.

Suelto un quejido de dolor e intento regular mi respiración para que el dolor agudo pase.

—¿Estás bien? —me inquiere Huxley preocupado.

—Due... —tomo aire para completar la frase—...le.

Huxley se pone a mi estatura y agarra mi mano no lastimada.

—Regula tu respiración para que duela menos, ¿ok?

No digo nada e intento hacer lo que él me dijo.

—Tenemos que acomodarla bien —comenta el padre de Huxley—. Se puede caer.

—Esta bien —dice Huxley.

Ambos me acomodan correctamente en la silla y yo suelto un quejido de dolor.

—Mucho mejor —comenta el padre de Huxle
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