La noticia recorrió el planeta como un rayo. Apenas unas horas después del accidente, las cadenas internacionales interrumpieron su programación habitual con un titular en letras rojas:
 «Avión privado con destino a Liria del Norte desaparece en el aire».
 Las imágenes mostraban un mapa satelital del trayecto interrumpido en mitad de una zona montañosa. Reporteros en distintos idiomas repetían la misma frase: “Se teme que no haya sobrevivientes.”
 El eco fue inmediato. En Bruselas, la prensa se agolpaba frente a las embajadas europeas, mientras en América Latina y Estados Unidos se dedicaban horas enteras a programas especiales con la figura de Isadora en primer plano.
 Los medios comenzaron a repasar su historia como si se tratara de una novela trágica. Documentales improvisados relataban la caída de la heredera que había sobrevivido a una prisión injusta, que había revelado su linaje en una gala histórica y que, justo cuando parecía recuperar su lugar en el mundo, desaparecía en un