Cuando los jueces volvieron, la luz de la sala era un poco más dorada. El presidente del tribunal leyó la sentencia con la cadencia sobria de quien sabe que cada palabra pesa.
Se declaró a Damián Echeverri culpable del sabotaje que casi costó la vida a Isadora y a sus acompañantes; culpable de privación ilegítima de la libertad y de someterla a prácticas degradantes; culpable, además, de asociación con Amara Leclerc para encubrir y sostener el circuito de violencia. La condena sería la máxima que la ley permitía para el conjunto de hechos, con inhabilitaciones perpetuas y reparaciones civiles.
Se declaró a Ernesto y Eugenia Morel culpables de fraude, falsedad documental y coautoría en la privación ilegítima y en la maquinaria que mantuvo a Isadora bajo control y daño continuado. La pena, severa y acumulativa, se ordenó cumplir de inmediato. Se dispusieron embargos, devolución de valores y una disculpa pública ordenada por sentencia.
Hubo silencio. No un estallido, no un grito: u