Mundo de ficçãoIniciar sessãoLas primeras palabras del Dr. Yamamoto fueron en japonés, y Diego Cortés no sabía si eso significaba milagro o funeral.
El cirujano había salido del quirófano después de ocho horas interminables, su mascarilla quirúrgica aún colgando de su cuello como un recordatorio de la batalla que acababa de librar. Sus ojos oscuros, normalmente serenos, mostraban una mezcla de agotamiento y algo que Diego no podía descifrar. El pasillo de la unidad quirúrgica del Hospital Internacional de Tokio olía a antiséptico y esperanza rota, un aroma que se había grabado en la memoria de Diego durante las últimas horas.
—Shujutsu wa seikou shimashita —murmuró el Dr. Yamamoto a sus asistentes, antes de dirigir su atención hacia Diego.
El corazón de Diego se detuvo. No hablaba japonés, pero había algo en el tono del médico que no sonaba







