Mundo ficciónIniciar sesiónEl juzgado federal estaba envuelto en una silenciosa solemnidad que parecía suspender el tiempo mismo. Las paredes de roble oscuro se elevaban como confesionario de Dios hecho arquitectura, con un techo tan alto que se perdía en la inmensa penumbra de un edificio que había juzgado incontables almas. Klaus Schneider permanecía de pie en el banquillo de los acusados, vistiendo traje oscuro que ya no podía disfrazar la realidad de su derrota.
El juez, un hombre de aproximadamente setenta años con el rostro de alguien que había estado presenciando el colapso moral de humanidad durante cuatro décadas, leyó la sentencia con voz que era metrónomo imparable de justicia:
—Klaus Schneider, en virtud de lo







