Aunque no entendía bien la situación, Juan se aferraba a la pierna de Ximena con indignación, intuyendo que los iban a echar.
El rostro de Miguel se ensombreció: — ¿Estás diciendo que nos van a expulsar?
El gerente hizo una reverencia: — Realmente lo lamento, señor Hernández, pero nuestro establecimiento tiene normas. Debemos cumplir con las peticiones de los titulares de tarjeta oro.
Miguel sonrió fríamente, mirando a Vicente con una intensidad glacial. Era la primera vez que alguien lo humillaba de esa manera.
Vicente permaneció impasible, con una sonrisa burlona en los labios.
— Recuerdo que alguien dijo que si los echaban, yo podría hacer lo que quisiera con ella. ¿No fue así?
Claramente lo estaba provocando a propósito.
Al escuchar esto, Ximena se desplomó en el suelo, con las piernas temblando de rabia.
Viendo la expresión provocadora de Vicente, Andrea no pudo evitar sonreír disimuladamente.
Tomás y Diana miraban a Vicente con evidente satisfacción, asintiendo con aprobación.
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