Capítulo 2
Benjamín se quedó estupefacto y con los ojos abiertos de par en par. No podía creer que le estuviera proponiendo el divorcio.

—Emilia, ¿te has vuelto loca? ¿Divorciarnos?

—Benjamín, ¿es que no me oyes? —pregunté, tras tomar una profunda bocanada de aire—. ¡Dije que quiero divorciarme de ti!

Después de decir esto, sin darle oportunidad de reaccionar, le arrojé el acuerdo de divorcio que había preparado frente a él.

—No quiero ni un centavo de tu fortuna. Me iré sin nada. Solo espero que sea lo más rápido posible. —Hice una breve pausa, antes de añadir—: Si mañana estás libre, vamos a la oficina del Registro Civil.

Por un momento, el mundo entero pareció quedarse en silencio.

Emilia, por su parte, sorprendentemente se quedó callada. Mientras que Benjamín ni siquiera recogió los documentos del suelo.

—¿No te cansas nunca? —preguntó, montando en cólera—. ¿Todo esto porque no le di el corazón a Mía? ¿En serio es para tanto? Gloria lo necesitaba más que ella. ¿Por qué no lo entiendes? Bella, tú también eres madre. ¿No puedes ser comprensiva?

Emilia, mientras tanto, fingía llorar:

—Si hubiera sabido que esto te enojaría tanto, aunque Gloria se muriera, ¡no hubiera permitido el trasplante! Todo fue culpa mía. Puedes golpearme e insultarme, haz lo que quieras…

Benjamín le ayudó a sentarse en el sofá, protegiéndola como si fuera la víctima, mientras en voz baja le decía:

—No tienes que sentirte culpable. Todo fue mi idea. No estás en tu mejor estado. Por favor no llores. Yo me encargaré de todo.

—¿Crees que con el divorcio me puedes amenazar? —preguntó, volviéndose hacia mí, con el rostro cargado de frialdad—. Gloria es la única para mí. ¡No servirá de nada que busques problemas! —Hizo una pausa, antes de añadir—: Si en serio quieres divorciarte de mí, te aseguro que nunca volverás a ver a tu hija.

Benjamín ayudó a Emilia a regresar a la habitación, y al llegar a la escalera, me miró con mucha rabia.

—¡No menciones más el divorcio!

La puerta se cerró con un fuerte estruendo y abracé la urna entre mis brazos. Era como si mi pequeña hija aún estuviera conmigo.

Desde que regresé, Benjamín no expresó ni la más mínima preocupación por mí o por nuestra hija. Sentía, cada vez con más fuerza, que me odiaba… como si mi sola presencia fuera una vergüenza para él.

Pero ni siquiera se había fijado en la urna en mis brazos, donde había una foto de nuestra hija.

Recorrí con la mirada la enorme habitación donde mi hija y yo habíamos compartido muchos recuerdos. Ahí, mi hija y yo habíamos bailado, jugado… Habíamos sido felices.

Hasta que mi hija se desplomó en el suelo y no pude levantarla por más que lo intentara.

Benjamín se perdió los últimos instantes de la vida de nuestra hija. Por eso, en ese mismo momento, decidí que no volvería a verlo jamás.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP