Los cuartos de final le gané a una checa por 6-0 y 6-0, ofreciendo mi mejor juego, tanto que el público, puesto de pie, me brindó una efusiva ovación. Conmovida y agradecida, alcé los brazos y con una larga sonrisa en mis labios empecé a menear las caderas con tanta cadencia que desató aún más euforia.
En las semifinales vencí a una canadiense en un partido muy reñido, electrizante y que se definió en tie break.
-Ya estás en el top cien del ranking mundial-, me dijo, en el desayuno Ashley, revisando su tablet. Ni escuché lo que me decía, porque estaba entretenida besando a Marcial y diciéndole que lo amaba mucho.
-Con estos triunfos vas al cuadro principal de Wimbledon-, también brincaba entusiasmada Heather. Ella estaba en una tanga microscópica porque había estado bañándose en Copacabana. Su mamá estaba furiosa.
-¿No podías usar al menos, un pareo?-, refunfuñaba Ashley, haciendo chirriar los dientes.
-Ay mamá, hay tangas más pequeñas en todas las playas de Brasil-, reía ella.