Gonzalo me bombardeó con mensajes para volver a vernos, me mandaba emojis eróticos y me recordaba lo sabrosa que había estado yo entre sus brazos, que me disfrutó mucho, que era una mujer riquísima y que ansiaba otra vez gozar de mis curvas interminables. Yo estaba demasiado turbada y cada aviso que él me remitía a mi móvil, me azoraba y me hacía sentir mal. Es la verdad.
El partido contra Elena Michelvic lo programaron a las 12. Ella era la mejor del torneo. Ashley me escribió a mi móvil advirtiéndome que era una contrincante muy complicada, de excelente revés, que tenía una mano fuerte y que no me confiara en absoluto.
Yo no estaba confiada sino, por el contrario, indiferente. Ni siquiera sabía en qué ronda estaba y cuántos partidos me faltaban para la final. Ni leía los diarios y tampoco me interesaban los programas deportivos. Sabía que todos los medios cubrían el nacional de tenis tanto en damas como en varones, porque había mucha cobertura, numerosos periodistas, demasiadas cá