Capítulo 118

La silbatina, entonces, se hizo colosal, multitudinaria y ya no fueron cáscaras sino frutas enteras las que cayeron a mi campo, atacándome. Las chicas alcanza pelotas debieron multiplicarse para limpiar mi campo.

Tuve un ligero acceso de tos al inicio del partido. Eso me dio más cólera e ínfulas, a la vez. -Maldita bala-, volví a rezongar fastidiada. Esos hincones y la tos siempre me recordaban mi tragedia. El juez principal pidió silencio y ordenó, ¡jueguen!

Mizuho Hamaguchi había estado todo ese tiempo serena e indiferente, preocupada, solamente, en lo suyo. Su estrategia, sin embargo, lo descifré al momento. Ella trataría de tener siempre la iniciativa, atacarme constantemente y evitar mis raquetazos. Mi rival pensaba que sin darme ocasión a respuesta haría los puntos suficientes para ganar.

La dejé sumar puntos. Mi idea fue que ella se confiara. La había visto tan tranquila que supuse que su confianza terminaría por traicionarla. Lo que hice fue una reacción a su acción, al
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