KAIRA
Han pasado tres meses, la tortura a la que fui sometida hay días en los que se siente como si fuera un sueño, otras como si despierto esperando a ver la mirada hacia de Uriel mientras me viola. En general todo termina con un solo anhelo, el de volver a ver a Aiden, pero sé que eso nunca más volverá a ocurrir.
Ahora vivo en Texas, con mis abuelos maternos, tienen una granja y aunque al principio me esforcé por parecer agradable y tratar de acostumbrarme a esto, lo cierto es que no puedo hasta ahora. Hago mi esfuerzo y es bien recompensado, pero solo eso.
—¡Kaira!
La voz de Rafael, mi nuevo amigo y vecino, llega hasta mis oídos y me incorporo del pasto. Llevaba dos horas mirando el cielo, dejándome llevar por mis pensamientos, lo veo correr, es un chico alto, fornido, rubio y de ojos verdes, que trae consigo un ramo de girasoles.
Le tengo respeto porque en todo este tiempo, ha estado ayudando a mis abuelos, los apoya.
—Estás aquí —dice agitado.
—Aquí estoy —me pongo de pie dejando