Los Fragmentos del Destino y el Amanecer de la Verdad
El silencio en la habitación de la princesa era ahora más denso que antes, un silencio que pesaba como una losa sobre Kaida. Los fragmentos del espejo de bronce yacían esparcidos sobre el suelo de mármol, cada pedazo reflejando la tenue luz de la luna como lágrimas congeladas. La imagen de la princesa Isabel, retorciéndose en sus últimos momentos, aún danzaba en su mente, una sombra de terror y de asombro. La llave de bronce, ahora teñida con un brillo oscuro e inexplicable, temblaba en su mano. ¿Había sido un instrumento de verdad o de muerte? ¿O acaso ambos?
Mientras la tejedora luchaba con el peso de sus acciones, el caos fuera de la habitación era un rugido creciente. Los gritos de los guardias, el choque de espadas y los vítores lejanos de la plebe se mezclaban en una cacofonía de rebelión. La noticia de la caída de la princesa Isabel, aunque aún no confirmada, debió haberse extendido como la pólvora. El equilibrio de poder en