La Lucha por el Alma del Lobo
El aire en el Corazón Negro del Bosque Prohibido se había vuelto irrespirable. El veneno de la sombra, un miasma verdoso que se aferraba a cada hoja y a cada respiración, debilitaba a Conan con cada segundo. Su hacha, antes una extensión de su voluntad, se sentía pesada en sus manos. La mente, acostumbrada a la claridad del combate, comenzaba a nublarse, sus pensamientos a disolverse en una bruma tóxica. Morwen, el hechicero oscuro, se movía como una serpiente entre los árboles retorcidos, sus ojos brillando con un triunfo sádico.
—Tu fuerza se desvanece, Rey en la Sombra —siseó Morwen, su voz como un susurro venenoso que se clavaba en el cerebro de Conan—. Pronto, serás mío. Una marioneta en mis manos.
Conan rugió, un grito de desafío que resonó en el bosque. No se rendiría. No dejaría que Morwen lo convirtiera en una herramienta de la oscuridad. Recordó el rostro de Kaida, su voz, su promesa de un nuevo amanecer para Veridia. Recordó la esperanza en los