El Juicio del Usurpador y la Voz de la Verdad
El silencio en el Salón de los Ancestros era más elocuente que cualquier discurso. La proyección del linaje real danzaba en las paredes, un testimonio irrefutable que iluminaba los rostros asombrados de Gonzalo y sus rebeldes. Elara, la guardiana de los secretos, sonreía con una satisfacción tranquila, mientras Kaida, con el libro antiguo en sus manos, sentía el peso de la historia sobre sus hombros. La llave de bronce, aún incrustada en el cierre del libro, brillaba con una luz que ya no era solo un reflejo, sino el eco de una profecía cumplida.
—La tejedora… —murmuró Gonzalo, su voz ronca de batalla y asombro—. Es usted, la verdadera reina. Mi padre siempre me habló de la antigua línea de sangre, pero pensé que eran solo leyendas.
Los plebeyos que lo acompañaban se arrodillaron, sus armas de labranza y sus espadas manchadas de sangre chocando contra el suelo de piedra. El respeto en sus ojos era tan profundo como el mar. La fugiti