El Campo de Batalla Inesperado
El sol del nuevo día se alzaba sobre los campos que rodeaban la capital, tiñendo el horizonte de un rojo ominoso. El ejército de Valois, una marea de acero y de furia, se desplegaba en el valle, sus estandartes ondeando al viento, sus gritos de guerra resonando en el aire. En las murallas del castillo, las fuerzas de Kaida, compuestas por la guardia real leal, los plebeyos armados y los nobles que se habían unido a su causa, esperaban. La batalla final era inminente.
En la sala del trono, Kaida, con el códice de las visiones en sus manos, observaba el campo de batalla. Conan, Orlo, Gonzalo y Calix la acompañaban, sus rostros tensos pero llenos de una determinación férrea.
—El Conde de Valois es un estratega formidable —dijo Gonzalo, su voz grave—. Su ejército es numeroso. Y sus generales, leales a Isabel.
—Pero hemos sembrado la duda en sus filas —dijo Calix, su voz era un murmullo—. Mis mensajes falsos han creado desconfianza. Sus hombres no confían en s