"Samantha"Al abrir la puerta de la habitación y ponerme en el suelo, quedé impresionada. Unas pocas lámparas dejaban el cuarto en una penumbra que daba una atmósfera romántica a la estancia. Por todos lados había chocolates y bombones. Sobre la cama, una enorme canasta de chocolates variados. En marcos esparcidos por las paredes había carteles impresos profesionalmente, cada uno con una declaración de amor diferente. Había corazones de papel arrojados sobre todas las superficies planas.Heitor quitó la canasta de chocolates de la cama y la colocó en la mesita de noche, tomó un bombón de la canasta y vino hacia mí mientras lo abría. Lo puso en mi boca y mordí. Era un bombón de licor y cuando lo mordí el licor se escurrió por la comisura de mi boca. Heitor se acercó y lamió y chupó el lugar donde se había derramado el licor, después colocó el resto del bombón en su boca.Me estaba seduciendo. Comenzó a desabotonarse la camisa y lentamente fue desnudando su cuerpo, permitiéndome admir
"Heitor"Desperté solo entre los cojines, incluso llegué a pensar que todo había sido un sueño, un delirio. Subí las escaleras y al llegar a la habitación vi la ropa de Samantha sobre la cama. Entré al baño y ella estaba bajo la ducha, hermosa, con esa piel que me encantaba toda mojada. No resistí y me uní a ella, abrazándola por detrás.—Mmm, ¡despertaste! Y por lo visto muy animado —Samantha sonrió sintiendo mi excitación apoyada en su trasero perfecto.—Siempre me animo contigo, mi diosa —respondí dando un pequeño mordisco en su oreja—. Me dejaste solo allá abajo, llegué a pensar que todo había sido un sueño y que no estabas aquí.Samantha se giró hacia mí con una hermosa sonrisa en el rostro y me atrajo hacia un beso.—Sabes, aquella noche que fuiste a mi apartamento, cuando desperté pensé que había sido un sueño, que el alcohol me hizo imaginar que estabas allí conmigo. Me quedé destrozada —dijo Samantha apoyando la cabeza en mi pecho.—¡Pero dejé una nota! —expliqué algo co
"Heitor"Durante el trayecto hasta la marina, enviamos mensajes a nuestros amigos diciendo que estábamos en el mar y que el lunes regresaríamos. Claro que ninguno de ellos quedó satisfecho con tener que esperar por las novedades, principalmente Meli, pero yo quería continuar un poco más recuperando el tiempo con mi diosa.Dejé de lado el asunto de mi madre, ya pensaría en eso después, pero con certeza querría saber qué estaba pasando entre ella y el médico. Ahora estaba demasiado feliz con la mujer de mi vida.—Heitor, le envié un mensaje a Enzo, estaba curioso por saber si todo salió bien —Samantha me sacó de mis pensamientos.—Este chico adora el chisme. Ya debe estar contándoselo a todo el mundo —sonreí pensando en mi sobrino que habla demasiado, pero es un excelente chico.Samantha y yo fuimos a nuestro refugio, aquel rincón rocoso cerca de una isla desierta en medio del mar. Pasamos todo el sábado juntos, amándonos, disfrutando del mar y el sol, hablando sobre lo que hicimos
"Samantha"Volvimos del mar el domingo por la noche y fuimos a casa de Heitor. Estaba cansada y no podíamos separarnos. Tomamos un baño y nos acostamos abrazaditos, solo acariciándonos el uno al otro.—Ruiseñor, quiero que aceptes la seguridad de nuevo —Heitor me llamaba Ruiseñor en momentos de cariño e intimidad y me llamaba "mi diosa" en momentos más obscenos y relajados, me estaba encantando esto.—Mi lindo, no necesito seguridad. Rômulo está preso y no sabe dónde vivo ni dónde trabajo. Además, hace bastante tiempo que no recibo ninguna carta —Heitor soltó un largo suspiro.—Ruiseñor, tu ex loco no es nuestro único problema —Heitor pasaba su nariz por mi oreja.—Mi lindo, Junqueira ya fue arrestado —le recordé, cerrando los ojos para sentir mejor su caricia.—Ruiseñor, estoy hablando de Reinaldo —cuando dijo esto me tensé.—¿Por qué necesito seguridad por causa de Reinaldo?—Es una historia larga y horrible, prefiero contártela mañana, fuera de nuestra cama, pero, por favor,
Llegué a casa completamente agotada después de un día interminable. Entre la universidad y el trabajo, mis energías estaban por los suelos, pero, nada más entrar, vi que mis padres me esperaban en la sala con una expresión seria.—Siéntate, Catarina. Necesitamos hablar —dijo mi padre, visiblemente nervioso.—¿Qué pasa, papá? —pregunté con desgano. Lo único que deseaba en ese momento era darme una ducha y desplomarme en la cama. Sin embargo, sabía que algo importante estaba por suceder.—Llegó la invitación de la boda de tu prima —soltó mi madre, sin más preámbulos.—¡Esa no es mi prima! —respondí, alterada.—Catarina, te guste o no, ella es tu prima —insistió mi madre con firmeza—. Es hora de que dejes esa actitud infantil. Melissa ya armó un escándalo aquí en casa. ¡Ya es suficiente! Es la hija de mi hermana, por lo tanto, es tu prima.—Discúlpame, mamá, pero para mí ella ya no significa nada —repuse, intentando mantener la calma—. Se acostó con mi novio en mi propia cama. ¡Eso
Pero no hubo escapatoria. Meli me arrastró literalmente a la fiesta, en donde, nada más entrar, me llevó directo a la barra y me susurró con complicidad:—Esta noche es barra libre, ¡vas a ahogar todas tus penas de una buena vez! —exclamó, mientras me entregaba dos shots de tequila y sostenía otros dos en su mano—. ¡Vamos a darle con todo! Nos bebimos los tequilas de un solo trago, y Fernando ya nos estaba sirviendo sendos Cosmopolitan. Un momento después, Meli me jaló a la pista de baile y para mi sorpresa, empecé a disfrutar. Cuando sonó una música más lenta, Nando y Meli se abrazaron para bailar y yo aproveché el momento para escabullirme hacia el buffet. Sin embargo, nunca llegué.Una mano me jaló suavemente, y, al voltear, me encontré con un hombre con una máscara negra que me sonreía de una manera completamente irresistible. Besó mi mano con un gesto galante y me atrajo hacia él susurrando con una voz ronca que me erizó la piel:—La mujer más hermosa del salón no me puede
El lunes, durante el almuerzo, Meli me entregó una pequeña bolsa de una tienda de lujo, la cual miré con desconcierto.—Mi mamá me pidió que te lo diera —me dijo con una sonrisa radiante—. Dice que te queda perfecto y que a ella ya no le va.Al abrir la bolsa, encontré el perfume que había usado la noche del baile y no pude evitar sonreír. Había adorado ese aroma y ahora era un recuerdo de la mejor noche de mi vida. Sin embargo, un pensamiento me cruzó por la mente: esperaba que esa noche inolvidable no me hubiera dejado como «regalo» alguna enfermedad venérea.Con esa idea en la cabeza, le agradecí a Meli y le comenté que más tarde llamaría a su madre para agradecerle, pero primero necesitaba contactar un laboratorio para hacerme unos análisis.Cuando llamé, me informaron que requería una orden médica para el seguro me cubriera los exámenes. Gracias a Dios la empresa nos proporcionaba cobertura médica a todos los empleados; de lo contrario, no sabría qué hacer. Mi sueldo era basta
El día de mi graduación, Pedro ya tenía dos años. Era un niño hermoso que caminaba por todos lados, siempre pegado a su abuelo. De hecho, «abuelo» fue su primera palabrita. Con su cabello negro bien lacio, piel clara, una naricita respingada y unos enormes ojos azul violeta que me hacían suspirar, era literalmente mi sol. Y ahora tendría más tiempo para dedicarme a él.Después de la ceremonia de graduación, mi jefe me llamó para tener una conversación. Era un jefe extraordinario que me había demostrado verdadero aprecio. En la reunión, él me explicó que estaba muy satisfecho con mi trabajo en la constructora, pero sabía que yo merecía mucho más, por lo que me aconsejó buscar trabajo en mi área profesional para asegurar un mejor futuro para mi hijo. Así también me garantizó que mi puesto seguiría disponible si las cosas no resultaban como esperaba, lo cual me dio total tranquilidad, y, emocionada, acepté su consejo.Cuando le conté a Meli, inmediatamente, se ofreció a ayudarme. Habló